Los conceptos de “Estado” y de “Razón moderna” han nacido y crecido juntos en el marco del pensamiento y la actividad política europea. Pero esto no es tan así en el ámbito latinoamericano. Particularmente la Argentina de hoy y de ayer, siempre ha tenido entre sus virtudes y/o defectos, el hecho real y característico de su heterogeneidad política, social, económica y cultural. Una gran diversidad, entre lo que podríamos llamar la Argentina profunda, las provincias del interior, la periferia, y el centro, la región de la vasta e infinita llanura pampeana, encarnada en su valor más alto y cosmopolita, la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires. Todo ello, más allá, de que muchos intelectuales una y otra vez releguen, olviden y hasta renieguen de la existencia de tal multiplicidad de ambientes, pretendiendo creer y hacer creer que los límites de la República y sus escenarios no se extienden mucho más allá de los límites del Riachuelo y la Avenida General Paz, dando a entender, de manera explícita o implícita, que todo lo que se encuentra más allá es casi un sinónimo de la barbarie descripta en el Facundo de Sarmiento.