El populismo ha sido una fuerza fundamental en la democratización de América Latina
y en la incorporación simbólica y efectiva de sectores que se encontraban excluidos
tanto política como económicamente del sistema político. Las primeras manifestaciones
populistas impulsaron la apertura de regímenes oligárquicos que no permitían
(o limitaban) la participación de sectores medios y pobres de la sociedad, favoreciendo
la rotación de la élite que controlaba el acceso a los cargos de poder y haciendo
más plural la representación política.